¿Te has sentido obligada a tener sexo alguna vez en tu vida? Nunca. Casi nunca. Algunas veces. Siempre. ¿Tu pareja se ha negado a usar preservativo? Nunca. Casi nunca. Algunas veces. Siempre. ¿Tu pareja te ha violentado psicológica o físicamente? Nunca. Casi nunca. Algunas veces. Siempre. ¿Alguna vez te han obligado a hacer algo que no quieres hacer? Nunca. Casi nunca. Algunas veces. Siempre…
Autumn (Sidney Flanigan) alcanza a responder varias de las preguntas de opción múltiple antes de que su voz se quiebre un poco. Se encuentra en una clínica de Planned Parenthood en Manhattan, frente a una trabajadora que trata de asegurarse de que su paciente se encuentre a salvo y que el aborto que solicita sea completamente voluntario y consciente. Para algunas preguntas la respuesta es “nunca”, “rara vez” o “algunas veces”; para otras es una mirada desviada, un silencio congestionado, seguido de un par de lágrimas. “¿Por qué me preguntas todo esto?”, reclama tímidamente la adolescente, en uno de los pocos diálogos que usará para verbalizar, o más bien descargar, lo que siente. Nosotras la vemos de frente, en un instante fijo e inusual en que la cámara se ha detenido en ella. En su rostro parece haber un gesto de reconocimiento, pero nunca se expresa en palabras. Es posible imaginarnos la línea del pensamiento de defensa. Sí, ¿por qué nos pregunta todo eso? ¿Qué no se trata solo de abortar? ¿De sacar mañana de nuestro cuerpo aquello para lo que no estamos preparadas? ¿Qué interés hay en las coerciones vividas en distintos momentos y qué se gana con reconocerlas y decirlas en voz alta justo ahora?
En Never Rarely Sometimes Always, la tercera película de la neoyorquina Eliza Hittman, el aborto no es una actividad que se presente sola, en un vacío: no es aquella historia que vive y muere en el estupor y la confusión de la protagonista y en el efecto, chusco o melodramático, que tiene la noticia de un embarazo adolescente en su hogar o en sus relaciones. Desde el inicio, la película ofrece y mantiene con sutileza y sin sentimentalismos un marco más amplio en las hostilidades cotidianas a las que las mujeres se enfrentan. Éstas se presentan como fuerzas desestabilizadoras, que irrumpen, que invaden, que entorpecen, que hartan. La primera de ellas sucede mientras Autumn canta He’s Got the Power, en un show de talentos de su escuela: una canción con estrofas que hoy suenan a alarma. “El me obliga a hacer cosas que no quiero”, “Me hace decir cosas que no quiero”, “Él tiene el poder, el poder del amor sobre mí”. Su interpretación a guitarra es interrumpida por un grito burlón de uno de sus compañeros, quien la mira desde el público: “¡Zorra!”. Autumn se queda unos segundos en silencio, desencajada, aunque logra reanudar su canción.
Las agresiones nunca se articulan, solo se esquivan, se rodean, se sobrellevan, y se utilizan, incluso. Después de confirmar su embarazo en una clínica cuestionable, en donde le ponen un video manipulador para convencerla de no abortar, Autumn encuentra apoyo en su prima Skylar (Talia Ryder), quien trabaja con ella en un supermercado. Ambas deben aguantar que su jefe bese y lama sus manos cada vez que entregan el dinero del día; las invitaciones a salir de clientes mayores; las conversaciones no bienvenidas de hombres que esperan y exigen respuestas. Durante el viaje de dos días que realizan juntas a Manhattan –el proceso de aborto toma más de lo esperado–, también deben salir de un vagón del metro para huir de un extraño que ha empezado a acosarlas.
El desfile de agresiones acumuladas que la directora elige poner en el camino de sus personajes no tiene un fin cuantitativo ni literal: no están ahí para decirnos a cuántas o cuáles de ellas se enfrentan las mujeres en un periodo de tiempo o situación similar. Lo que nos dice es que el aborto no es una isla, como se suele enmarcar en conversaciones y peroratas. El día en que una mujer decide terminar su embarazo, ese día en que ella se encuentra en el quirófano, apretando la mano de alguien que la cuida –si tiene suerte– es el mismo en que otras mujeres están siendo acosadas en el metro, sucumbiendo a la coerción de sus parejas, cediendo para no perder credibilidad o simpatías, respondiendo con evasivas las insistencias de extraños, evitando a sus jefes por las noches. Son los mismo días. Es el mismo mundo. Parecería una obviedad, pero no lo es.
La estancia de Autumn y de Skylar en Manhattan, a donde viajan desde su hogar en Pennsylvania, se alimenta de una alienación y extrañamiento parecido al que encontramos en películas como Perdidos en Tokio, de Sofía Coppola. Hay, incluso, una escena de karaoke descolocado. También hay un toque dardenniano. La cámara las sigue y nos coloca en el espacio como si fuéramos una tercera integrante silenciosa que las acompaña sin estarlas cuestionando: miramos por entre sus cuellos a un Nueva York dinámico pero no aventurero, nos acercamos a sus rostros, mejillas y orejas como si estuviéramos descansando en sus hombros. Nadie dice mucho. Nadie reflexiona demasiado. Sin recursos para conseguir alojamiento, las jóvenes vagan por la ciudad extenuadas. Se irritan la una con la otra. Se acercan de nuevo. No hablan de los acosadores espeluznantes que pueblan sus días, ni sobre lo que pasó con el padre adolescente y su relación con Autumn. De hecho, nunca sabemos nada de él. La ausencia de este contexto, propio de narrativas más convencionales, nos impide hacer juicios morales sobre las decisiones de la protagonista (¿o nos reta a hacerlos?). No debería importar si el embarazo fue producto de una violación o de una relación sexual consensuada.
Never Rarely Sometimes Always es una película sobre las vulnerabilidades, las necesidades y los límites que no somos capaces de enunciar (también sobre los supuestos límites geográficos que hay entre tener derechos reproductivos y no tenerlos). Por fortuna, la relación de Skylar y Autumn también está aquí para demostrar que el apoyo y el cariño tampoco necesitan de muchas palabras, basta con una mano que estreche a la otra.
La película Never Rarely Sometimes Always se presenta en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos.
La entrada Never Rarely Sometimes Always- crítica se publicó primero en Cine PREMIERE.
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