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Josephine Decker sobre Shirley: por qué vale la pena saltar al abismo

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El inicio de Shirley, la nueva película de Josephine Decker, tiene un poco del cuento de Hansel y Gretel: Fred y Rose, un matrimonio joven de los años 50 formado por Odessa Young y Logan Lerman, son atraídos a una casa en donde habita una fuerza que, de cierta forma, los devorará, los transformará, y, al menos a Rose, la «enloquecerá»: o, en otras palabras, la liberará. No se trata de una casona del terror, en donde habitan tormentos sobrenaturales, aunque sí los hay de carne y hueso. Shirley vive ahí: una escritora mordaz, encarnada por Elisabeth Moss, que deshace personas y momentos con sus palabras ácidas y con su presencia incómoda. La fuerza desintegradora y liberadora es en realidad su propio proceso creativo, pues está descubriendo apenas a la protagonista de su siguiente novela. Solo Rose podrá imbuir a dicho personaje de vida, por lo que ambas mujeres, escritora y musa, forman un lazo que cambia día con día: a veces es de tensión, otras de confidencias, otras más de atracción.

Encargada de clausurar la edición 2020 del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, la película es una adaptación de Shirley, novela de Susan Merrell, que ficcionaliza y se inspira en la vida y obra de la escritora estadounidense Shirley Jackson, responsable de novelas como The Haunting of Hill HouseLa adaptación al cine, escrita por Sarah Gubbins y dirigida por Decker, no es una biopic tradicional, sino un retrato de una creadora y un traslado de su proceso creativo a imágenes. La cineasta ofrece dimensiones que se empalman: la vida cotidiana de una escritora y su esposo catedrático (encarnado por Michael Stuhlbarg) y las ensoñaciones y «profecías» que se detonan en la mente de Shirley.

Platicamos con Josephine Decker sobre el efecto liberador de la ficción, su propio proceso creativo y por qué el arte involucra una salto al vacío.

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Esta es la primera película que diriges para la que no has escrito el guion, ¿cómo te acercaste a esa situación por primera vez a la hora de trasladar el papel a imágenes? ¿de casualidad involucró profecías como le sucede a Shirley?

(Ríe) ¿Sabes? Sí es definitivamente una experiencia distinta, usualmente cuando estoy escribiendo algo que voy a dirigir lo veo en mi cabeza y lo que escribo en papel es solo una excusa para filmar la visión que tengo de la escena. Y entonces es muy distinto partir de las palabras ara traerlas a la vista. Sarah Gubbins había escrito algo tan maravilloso y retador y lo que estos personajes se hacen a sí mismos es muy sutil, así que realmente traté de traerlo a la vida en una colaboración profunda con los actores. Hacíamos muchos ensayos en las mañanas y luego íbamos a la filmación, y como hay bastante diálogo en la película quería que tuviera mucho movimiento, una cierta cualidad de danza. Cuando hay tanto diálogo no es como filmar una película de acción, en donde les dices a tus actores, bueno, corres y te avientas del risco.  Aquí no, uno no quiere decirle a Elizabeth Moss o a Michael Stuhlbarg siéntate aquí o acá. Son grandes actores, así que lo que quieres es que muchos de esos momentos salgan de su propia interpretación del guion, entonces fue colaborar con ellos mucho. Así les dábamos vida a los diálogos. 

Por otro lado, hay también escenas que son más visuales. Ahí fue muy divertido pensar antes de la filmación y tener algunas ideas. Fue una combinación de meterme al guion y mirar a través de los ojos del personaje e imaginar. Y también estar muy abierta a los descubrimientos que se dieran en la locación. 

Esta no es una película preocupada por presentarnos la vida real de la escritora, ¿de qué forma la ficción inherente al guion ayudó a tu visión para la parte visual?

Creo que eso hizo una gran diferencia porque Shirley Jackson es un personaje gigantesco. Es muy conocida en EE. UU. , todos la leen en algún punto de su proceso escolar. No es necesariamente una escritora famosa, pero sí tiene muchos seguidores. Así que sí fue liberador que estuviéramos adaptando una novela ficcionalizada. Estábamos inspirándonos en su vida, pero fue muy emancipador que no tuviéramos que acercarnos tanto a los hechos y creo que eso le dio a Sarah mucha libertad. En mi interpretación, lo que traté de hacer es serle fiel al espíritu y la “vibra” de las historias que ella escribió. Son esquivas, se mueven de una realidad a otra. De pronto es objetiva y de pronto se sumerge en lo subjetivo, dentro de la mente de alguien. Traté de serle fiel a la forma en que Shirley escribía sus propias ficciones. Mucho más de lo que me preocupaba  contar su vida real. Y eso fue emocionante. Es un poco aprender de tus mentores. Es una escritora fabulosa. 

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Michael Stuhlbarg y Elisabeth Moss, como Stanley Hyman y Shirley Jackson.

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¿De qué forma la participación de actores como Elisabeth Moss y Michael Stuhlbarg enriquecieron la visión que tenías?

¡Enriquecieron muchísimo! Son brillantes. ¡Los cuatro! Elisabeth, Michael Odessa y Logan. Trajeron tanto, lo que no hubiera imaginado. Michael tiene cierta severidad cautivadora pero también lo amas, y Lizzie tiene este misterio en ella al que puede acceder fácilmente, creo que eso es lo que la ha convertido en una actriz enorme. Hay capas de enigma, abajo de la superficie y nos dio todo eso. Y Odessa, que interpreta a Rose: ese personaje, la forma en la que está escrito, pudo haber sido muy frágil, y lo que amamos de ella es que tenía algo feral, que le permitía ser parte del mundo de Shirley. Y Logan era tan comprometido. Nos dio un Fred que, por un lado es una suerte de villano en la película, pero, por otro, solo es alguien que se dejó tentar. Lo interpretó con mucha empatía. 

Los personajes de Fred y Rose entran a una casa en donde son devorados por el proceso de Shirley, ¿crees que en todo proceso creativo hay una fuerza que tiende a devorar la realidad que lo rodea?

Creo que puede. Definitivamente creo que hay muchas versiones del proceso creativo que son sumamente explotadoras y manipuladoras. Y algunas veces son descaradas, como hemos visto en el movimiento Me Too. Otras veces de forma subvertida. Como cuando hice Madeline’s Madeline, una película sobre estas explotaciones sutiles y a veces no intencionadas dentro del proceso creativo. Pero también siento que, al mismo tiempo, el proceso creativo puede ser liberador: tanto para el creador como para la musa que es parte de él. Lo que amé de la historia que escribió Sarah es que ahí, dicho proceso es ambos, devorador y liberador. Rose se encuentra a sí misma a través de su proceso de apoyo a Shirley, encuentra tanto sus fortalezas como sus debilidades. Se empieza a dar cuenta de que quizá está siendo usada como una herramienta, pero también encuentra el poder para rechazar eso y la vida que no necesariamente eligió.

Eso es lo bello y lo difícil de hacer arte, punto. Aprendes y creces mucho. Puede ser muy doloroso para ti, pero también para las personas que están trabajando contigo.

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Logan Lerman y Odessa Young interpretan a Fred y a Rose, un joven matrimonio que se queda un tiempo a vivir en la casa de Shirley.

Mucho del proceso de escritura de Shirley en la película tiene que ver con lograr conocer a la protagonista de su próxima novela: a veces la ve, a veces se le escapa y no logra alcanzarla. ¿Cuál es la relación que estableces tú con tus personajes, cuando estás escribiendo o haciendo una película?

¡Sí! Fue interesante para esta película el descubrimiento y la forma en la que funcionó el personaje de Paula [personaje que protagoniza lo que Shirley está escribiendo en ese momento]. Fue muy retador descubrir cómo traer esa parte a la vida y ala pantalla porque, en el guion, Paula estaba más difuminada, pero una vez que ya habíamos filmado nos dimos cuenta de que no quedaba muy claro quién era esa persona y cómo estaba conectada a Rose o a Shirley, así que en la edición decidimos añadir un voice over sobre el proceso de escritura de Shirley: cuando la escuchamos escribiendo esos pasajes de Paula. Creo que eso ayudó bastante para hacer la conexión entre amas y mostrar dónde estaba la escritora en relación con su novela y dónde estaba con respecto a su relación con Rose, quien influía su trabajo con su presencia y su poder.

Creo que esa es la forma en que muchos de mis procesos creativos con personajes suceden. Primero entras a algo con una idea. En Madeline’s Madeline, tenía al inicio una idea más o menos sólida de quiénes eran los personajes. Incluso el proceso de escritura evoluciona constantemente. Me había costado escribir esa película, porque, ya sabes, yo soy una mujer blanca de casi 40 años, y estaba escribiendo sobre una adolescente birracial y pensaba, bueno, yo no soy ella. Alguien entonces me dijo: tienes que convertirte en ella. Si vas a escribirla, tienes que permitirte ser ella. Y una vez que permití eso la dejé ser más complicada, cruel a veces y manipuladora. Se volvió mucho más fuerte y fue interesante ver cómo se volvió más compleja cuando la dejé ser no solo la heroína. Creo que ese tipo de descubrimientos pasan todo el tiempo en todo momento del proceso. Cuando fuimos a filmar la película, siempre pensé que la villana de esa película iba a ser la madre, interpretada por Miranda July, pero ella la interpretó con tanta empatía y amor, e ingenuidad que de pronto te dabas cuenta de lo difícil que es ser mamá y cuidar a un hijo que tiene una enfermedad mental. Aprendes en cualquier parte del proceso y luego llegas a la edición y piensas, oh, todo lo que pensé que sabía está mal. (ríe)

Justo como pasa en la vida: piensas que conoces a los personajes y se la pasan cambiando… todo el tiempo.

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Hacia el final de la película, Rose da un salto metafórico… al vacío. Como creadora, ¿te has enfrentado e un momento así?

Creo que cada es que tratas de hacer algo tienes que saltar en algún punto… o a veces ni siquiera te das cuenta de que ya saltaste y piensas, ¡oh rayos!, ya cuando estás cayendo en el aire (ríe). Tratas de agarrarte de ramas o de ver si trajiste un paracaídas o algo. Sí creo que en cada proyecto creativo hay un salto al vacío.

En los mejores proyectos, esos saltos son más peligrosos y dan más miedo. Los que más vale la pena hacer son los que se sienten más aterradores, aquellos que justo te hacen sentir que estás cayendo de un risco.

Para mí, Madeline’s Madeline fue un proyecto muy personal. Constantemente sentí que estaba cayendo. Traje a muchas personas para ayudar a incubar el guion, que realmente se originó de procesos más inclinados al teatro colectivo, que es de donde yo vengo. Fue traer actores a un cuarto e improvisar por meses y eso también significa que estás tomando el tiempo de las personas, los tienes muy involucrados y quieres hacerles justicia. Pero aprendí muchísimo. Es el proyecto del que más he aprendido porque fue el más difícil y porque el salto fue aterrador. Cuando sientas que estás al borde del precipicio, eso es probablemente algo bueno. Va a doler… pero vale la pena.

En México estamos platicando mucho sobre cómo escribir a mujeres y a sus historias, ¿podrías hablarnos un poco sobre esa conexión tan fuerte que tienen Rose y Shirley?

Tengo que decir que nuestra escritora Sara Gubbins hizo un trabajo estupendo ahí, porque de verdad escribió muchísima complejidad. Su relación cambia todo el tiempo y eso es algo que tratamos de destacar en la sala de edición: lo impredecible que es Shirley y su naturaleza caótica. Concuerdo, creo que, en buena parte, la razón por la que contamos con ese elenco maravilloso fue porque el guion y el personaje de Shirley en específico estaba muy bien escrito. Uno moría por ver a esta persona viva en la pantalla.

Siento que es muy importante dejar que tu protagonista sea compleja y es muy extraño de pronto ver un personaje femenino que está escrito como… ¡como si fuera un hombre! Los hombres se han escrito así siempre: pueden ser unos desgraciados, pararse y decir lo que piensan y los amamos. Pero no sucede frecuentemente con las mujeres.

Y luego la dinámica que ambas tienen… se odian, colaboran, luego se atraen, luego tienen una relación de madre e hija, a veces es adúltera… Pasan por todo y creo que también tiene mucha verdad en cuanto a las amistades femeninas en donde hay diferencia de edades, por ejemplo. Compartes tantas cosas y tomas diferentes roles. Las mujeres de verdad confían y se apoyan entre sí. Y es interesante hablar de eso ahora, cuando estamos tan separadas por la pandemia. Tengo una hija de un año y está creciendo en la era del COVID, y estoy tan agradecida de que mis suegros estén aquí, mientras estoy trabajando en mi siguiente película, para ayudarme. Es maravilloso tener a una mujer como mi mentora, en aquello de ser mamá y me di cuenta de lo loco que es no tener chance de conectar con otra mujer, y creo que he estado pensando en Rose de esa forma. 

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