Hace casi dos décadas, Perfume de violetas (nadie te oye) confrontó a los espectadores de principios del nuevo siglo con una serie de incómodos cuestionamientos acerca de la sociedad que hemos construido sobre una base de preceptos retrógrados y opresivos. La violación perpetrada en contra de una estudiante de secundaria en un barrio marginal de la Ciudad de México fue el punto de partida para hablar acerca del machismo sistemático dentro del pueblo mexicano, en una época cuando nadie más se atrevió a hacerlo. Una conversación que sigue siendo necesaria hoy más que nunca.
«El contexto histórico era que empezaba el siglo XXI y, en términos de política sexual, seguíamos como al principio del siglo XX, con valores retrógrados, como el de que las chicas se tenían que conservar vírgenes hasta su matrimonio ante la Iglesia», recuerda la cineasta Maryse Sistach en entrevista exclusiva con Cine PREMIERE.
La historia de Perfume de violetas está inspirada por una nota roja de mediados de los 80, sobre una adolescente que había asesinado a una amiga a causa de un perfume robado que utilizaba para ocultar el olor que le quedaba después de ser violada por conocidos de su hermano, quien la forzaba a prostituirse. Aquella tragedia rondó por la mente de la directora durante varios años hasta que el incremento de la violencia sexual en México y el nulo tratamiento en los medios de comunicación le hicieron imposible seguir posponiendo la realización de este filme. Aunque también hubo un motor a nivel personal. «Sí, la edad de nuestra hija Pía«, admite Maryse. «En el año 2000, nuestra hija tenía 18 años y había vivido todas las agresiones posibles para una chica sin auto propio en la Ciudad de México».
La representación de la violencia sexual dentro del cine mexicano tampoco había sido muy distinta hasta ese punto; es decir, prácticamente inexistente en la gran pantalla, según recuerda la realizadora de películas como Los pasos de Ana (1991), Anoche soñé contigo (1992), el documental La línea paterna (1995) y El cometa (1997). «Obviamente a todas las mujeres de México les ocurre alguna vez en su vida que un masculino quiere abusar, [pero] ese no ha sido un tema del cine nacional, a excepción de alguna película de Alberto Bojórquez, él es el único cineasta que abordó el tema, según creo».
«Simple y sencillamente en lo que se llama cine nacional, no existe una sola película de largometraje industrial que se haya preocupado por las razones de política sexual por las que yo hice la película, que en términos sencillos es la liberación de la mujer del peor atavismo cultural de México, que es el machismo», reflexiona una de las figuras clave del nuevo cine mexicano.
Estrenada en 2001, Perfume de violetas nos presenta la historia de Yessica (Ximena Ayala), una chica de 15 años que vive en una morada muy humilde en un barrio pobre de la capital, junto a su madre, su padrastro y sus hermanastros. A causa de su actitud rebelde, ella fue expulsada de su antigua secundaria y se transfiere a un nuevo colegio donde conoce a Miriam (Nancy Gutiérrez), una joven seria y estudiosa. Pese a sus personales dispares, ambas forjan un fuerte vínculo, el cual comienza a verse afectado por los acontecimientos que derivan de la violación de Yessica a manos de un chófer de microbús, que es ayudado por su propio hermanastro Jorge.
El guion escrito por José Buil, cineasta y esposo de Maryse Sistach, nos introduce dentro un vasto universo plagado de personajes femeninos complejos, que dan pie para explorar las profundas raíces culturales en la ‘normalización’ de la violencia contra la mujer en nuestro país, mismas raíces que conducen a Yessica por una senda de autodestrucción, a medida que la rabia, el dolor, el autodesprecio y la frustración van amedrentando su estado físico y psicológico, al no sentir que podría ser arropada por nadie en su círculo cercano a causa del desdén moral. Con una premisa de esta naturaleza sería fácil caer en ciertas trampas narrativas, pero Perfume de violetas está abordada con profunda humanidad, respeto y sensibilidad.
«El balance narrativo, si bien entiendo, consiste en hacer una historia verosímil, en este caso, nadie puso en duda que lo que nosotros estábamos diciendo era la verdad de muchas chicas jóvenes que estaban entrando al siglo XXI, inmersas en valores sociales y sexuales totalmente rebasados. En ese aspecto, el cine nacional es muy reaccionario, como si las mujeres no pensaran», nos dice Maryse. «Nos tocó hacer el retrato de chicas de clase media baja, pero lo mismo pasa en las clases favorecidas, es igual un macho pobre que uno rico».
Para desarrollar una obra dramática que trascendiera cualquier estrato social y le hablara a toda una generación, la cineasta y su guionista se apoyaron en las experiencias de un grupo de jóvenes de un taller de improvisación en Coyoacán, con quienes tuvieron contacto de forma cotidiana. «Lo del guion fue un trabajo en el que estábamos coordinados con los habitantes de la Colonia Pedregal de Santo Domingo, donde existe un grupo de teatro que se llama Escuelita Emiliano Zapata, que cooperó mucho a la sensibilidad de la película, pues la mayoría de sus miembros viven al filo de la nota roja, sin importar si son hombres o mujeres. Pepe Buil, hizo algo así como un reportaje, acompañando toda la investigación antropológica que yo encabezaba para asomarme al abismo».
De hecho, fue Arcelia Ramírez, quien ganaría el Ariel a Mejor coactuación femenina por su papel como Alicia, la madre de Miriam, la responsable de introducir a la directora a este grupo actoral. «Realmente fue un trabajo colectivo en el que se involucró Arcelia Ramírez en todo el asunto de la experiencia teatral», explica Maryse. «A la que encontramos ahí fue a Nancy Gutiérrez; Ximena Ayala vino de otro medio, ella andaba haciendo sus pininos en el cine y coincidimos. Al que también invité a participar fue a Servando Gajá [cinefotógrafo], amigo nuestro desde tiempos del CCC, quien se aventó una interesante ‘cámara documental’, mientras hacíamos reuniones con los [jóvenes] de la Escuelita Emiliano Zapata».
Hasta el día de hoy, Maryse Sistach recuerda constantemente el rodaje de Perfume de violetas, pues se trató de una producción rodada con un presupuesto sumamente modesto: 800 mil pesos, el más limitado para una película mexicana en todo el año fílmico. «Perfume de Violetas (nadie te oye) fue de comidita en cocina económica, por turnos, con cámaras prestadas por la Filmoteca de la UNAM y el CCC, es una película desdeñada por el sistema», afirma su creadora. «La prueba es que mientras a nosotros nos dieron un fondo muy chiquito, al mismo tiempo había otra película archimillonaria. Es cuestión de ver qué películas se hicieron en el año y de cuál se acuerda la gente, digo, sin ofender a nadie, pero Perfume de Violetas (nadie te oye) tiene a la fecha millones de espectadores».
A 19 años, Perfume de violetas sigue siendo una película tan vigente dentro del contexto actual como lo fue en la época de su estreno. Aunque el mundo ha sido sacudido en los años más recientes por el feroz resurgimiento del movimiento feminista y cada vez más mujeres de distintos estratos de la sociedad en México y otras partes del mundo alzan la voz para denunciar con valentía las historias de abusos, Maryse no considera que esto se haya traducido a la representación de la mujer dentro del cine nacional. De acuerdo con la cineasta, poco ha cambiado desde el estreno de la película que dio inició a una trilogía sobre la violencia sexual ejercida en contra adolescentes, completada con Manos libres (nadie te habla) (2004) y La niña en la piedra (nadie te ve) (2006).
«El cine mexicano es curioso y naíf. No es militante de nada. La pantalla sólo refleja lo que la gente que hace la película es, lo que piensa. Aquí en el cine tenemos un peso cultural tremendo del sindicato y de muchos políticos que han metido la mano para que los cineastas no se pasen de lanzas. Ya no es posible cambiar la ideosincracia de un personaje como Pedro Infante, digamos, es un cine donde Sara García es el prototipo de lo femenino, la madre cabecita de algodón, llorando porque los hijos se van o porque su hija pierde la virginidad», reflexiona con severidad. «Eso que llamas ‘feroz resurgimiento’ de la mujer yo no lo he visto en el cine nacional, en la última película mexicana que vi la protagonista resultaba que estaba embarazada sin saber quién era el papá del bebé, se supone que era una comedia».
Con serios pendientes en la agenda de directores, guionistas y productores del cine mexicano en busca de erradicar la visión patriarcal predominante delante y fuera de la cámaras, Maryse Sistach concluye con una última mediación acerca de lo que significó para ella su quinto largometraje: «Perfume de Violetas (nadie te oye) si es una película importante en mi filmografía porque los astros se juntaron para que nos quedara bien. Eso no siempre sucede en el cine, es muy difícil que pase, que todos los que trabajan en la película, frente a la pantalla y detrás de cámaras, se encuentren en el momento y la sensibilidad adecuadas para el tema que estás tratando».
Perfume de violetas está disponible en FilminLatino. La película podrá ser vista hasta el 15 de marzo de forma gratuita, como parte de la Muestra Internacional de Cine: El cine transformado por nosotras.
La entrada A 20 años de Perfume de violetas: una plática con Maryse Sistach se publicó primero en Cine PREMIERE.
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