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El baile de los 41: Una danza contra la homofobia

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La luz de grandes veladoras parece ondear al ritmo de los danzantes que la rodean. Esa luz tenue y discreta acompaña el secretismo de la noche. Aquí, en el baile de los 41, se respiran aires de libertad. No importa que mañana todo deba volver a la normalidad. Da igual si, al salir el sol, los vestidos deben volver a sus escondites. Por un breve instante, “la moral y las buenas costumbres” ceden ante la felicidad de los presentes. A regañadientes, los dejan ser libres. Pero esa rectitud de la sociedad es cruel: en el clímax de la velada detiene abruptamente la música y cambia las notas musicales por el sonido del zapateo de la policía. Entre rifles e insultos, entre humillaciones y amenazas, los caballeros presentes saben que su vida ha terminado.

Han pasado casi 120 años desde aquella noche. Sin embargo, aún hay algo –o mucho– de ese México porfirista y homofóbico que decidió humillar públicamente a 41 hombres homosexuales para luego pretender que nada había pasado. “Hay muy poca información sobre este capítulo en la historia de nuestro país”, nos dice Alfonso Herrera (The Exorcist), el hombre detrás de Ignacio de la Torre, miembro de esta sociedad secreta y yerno de Porfirio Díaz; el número 42 de aquella velada. “[Lo ocurrido] es algo que el molde que rige la sociedad decidió meter en un baúl y trató de quitarle oxígeno”. 

Pero el cine –siempre el cine– está ahí para explorar aquellas cosas que resultan incómodas. Y solo falta una pequeña molécula de oxígeno en esas historias para detonar un chispazo incendiario que nada ni nadie pueda ignorar.

«Creo que es absolutamente vigente retomar el baile de los 41”, nos dice el cineasta mexicano David Pablos, responsable de Las elegidas, ganadora a Mejor película en el Ariel 2016. “Como sociedad, no distamos tanto de lo que era el Porfiriato. Hay demasiadas cosas que no han cambiado. Sigue siendo un tema salir del clóset; para cualquier personalidad pública es difícil ‘exponerse’ y [a veces, es mejor] llevar una doble vida y esconderse.

Asimismo, el cineasta considera que la representación de la comunidad LGBT en la pantalla grande es esencial. «Eso es algo que, muy pocas veces, ha sucedido en el cine mexicano. Y además de una manera que sea bastante más compleja; que vaya más allá de los estereotipos y los clichés y donde se profundice de alguna forma. Para mí, es una necesidad contar una historia que, por tantos años, ha sido relegada y se ha convertido en un tabú”. 

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Un baile para cuestionarlo todo

La orquesta se preparaba para la función. Frente a los músicos, un grupo numeroso de hombres se alistaba para el gran momento de la noche. Mientras unos se ajustaban un elegante frac, otros se acomodaban la fina joyería que adornaba los vestidos que portaban con orgullo. La fecha que el calendario indicaba era el 17 de noviembre; no de 1901 sino de 2019. Como una gran coincidencia, David Pablos recreó para su nueva película uno de los momentos más incómodos en la historia de México la misma noche en que tuvo lugar, más de 100 años atrás.

“Estábamos celebrando a estos hombres”, recuerda David, “y [lo hacíamos] sabiendo que, como sociedad, ya habíamos tomado ciertos pasos en la dirección correcta, y eso nos permitía estar en este proyecto. Me sentí muy afortunado”, explica el cineasta. Sin embargo, reconoce que el camino para llegar a este momento no fue fácil.

David sabía lo complejo que sería financiar una película de época. Pero no esperaba enfrentarse a obstáculos que uno podría asumir como parte del pasado. “Viví una cerrazón importante a la hora de levantar este proyecto y eso, en vez de hacerme desistir o que mermara mis fuerzas, se volvía un estímulo aún mayor.

«Si no nos querían apoyar por el tema [del que hablábamos], con mayor razón: era importantísimo que hiciéramos la película y que llegara a las pantallas. A mí me hubiera encantado ver una película como El baile de los 41 cuando tenía 15 años. Creo que hubiera hecho una diferencia importante en mi formación”. 

A pesar de la adversidad, El baile de los 41 seguía materializándose frente a los ojos de su realizador. Él recuerda ahora a esos hombres con cariño. “Quedé enamorado de ellos”, nos dice. “Son rostros, energías, presencias que me encantan, que me emociona ver en en la pantalla. Yo quería un rango muy amplio de tipo de hombres y masculinidades. Para mí, gran parte del respeto a ellos está en mostrar las distintas formas en las que puedes expresar la homosexualidad y no encasillar. En los medios hay solo dos formas de ser gay y ya. No existe la diversidad. Y estos hombres representan lo opuesto. Son individuos muy peculiares, con personalidades fuertes e intensas. Retratarlos, filmarlos y ponerlos así en la pantalla era para dignificarlos. Toda la escena del baile y la preparación para ese momento están construidas con admiración y un profundo respeto.

«En esta sociedad tan machista, ellos van en contra de lo establecido para ‘ser hombre’. El vestirse de mujer e ir en contra de actitudes heteronormativas, representa un gran valor”. 

El baile de los 41 David Pablos

Aquel baile, por obvias razones, se convirtió en la secuencia más compleja de toda la trama. Aquí ya no había temor a ser descubiertos, pero sí a que lo planeado no saliera a la perfección. “La música que aparece en la escena ya estaba compuesta antes de filmarla”, afirma David. “Era esencial tenerla antes porque me marcaba una pauta respecto a cómo filmarla. La música tiene una progresión y eso dictó lo mismo en términos visuales. La imagen empieza fuera de foco; luego a 124 cuadros, posteriormente a 48 y finalmente a 24 para pasar a una cámara sobre tripié y luego a mano. Digamos que hay toda una construcción visual que va de la mano con la música y el vals que ensayaron. Todo estaba coordinado para coincidir con ciertas frases musicales”. 

Con 42 hombres en escena –la mitad vestidos con corset y portando maquillaje y pelucas– había un elemento más que dictó el ritmo de aquel día de rodaje. De la mano de Carolina Costa, su cinefotógrafa de cabecera, David decidió no usar iluminación artificial. El equipo de diseño de producción de la cinta –a cargo de Daniela Schneider (Monos)– fabricó velas especiales para acompañar la ocasión. Ahí había dos candelabros gigantes que manipularon a su antojo al elenco y a la producción de El baile de los 41. “Cada uno tenía 300 o 400 velas. Era una locura”, afirma David. “Tardábamos una hora en encenderlas. No podíamos darnos el lujo de perder una hora de rodaje. Las velas iluminaban 4 o 5 horas y todo se planeaba alrededor de en qué momento hay que resetear y volver a encenderlas”. 

Emiliano Zurita (Cómo sobrevivir soltero) recuerda sentir un gran nerviosismo aquel día. A pesar de ello, el hombre detrás de Evaristo Rivas –amante de Ignacio de la Torre–, confiaba en que todo saldría a la perfección. “Desde el primer casting supe que era un proyecto que iba a ser increíble”, nos dice. «Conociendo los trabajos previos de David, sabía que lo iba a abordar desde un lado muy humano, sin miedo a enseñar las cosas bellas y terribles que pasan durante esta historia; una historia muy humana, que no pretende dar sermones ni lecciones, sino proyectar algo que forma parte de nuestra cultura y nuestra sociedad. Me enorgullece mucho que fue de esta manera. David tiene la habilidad de contar historias a través de cortes. [Aquí ves] una bella historia de amor entre dos hombres y luego cortas directo a la soledad que siente Amada Díaz, una mujer que también busca ser feliz, entiendes por qué la sociedad termina siendo el antagonista de esta historia”. 

Amores unidos por el dolor

Amada toca el piano. La melancolía que permea su hogar no solo proviene de las teclas que presionan sus dedos. La hija de Porfirio Díaz ve cómo su matrimonio se desmorona entre sus manos. No sabe la razón pero lo intuye. El desprecio que su marido le expresa con sus palabras no es nada comparado con el que emana de su mirada. “Amada toca el piano por soledad”, nos dice Mabel Cadena (La diosa del asfalto), sobre el papel al que da vida en esta cinta. “Toca el piano por desamor, por dolor y por ausencia”. Para la actriz, entender esta soledad la llevó a conectar con Amada. “En un mundo irracional en donde uno pierde la cordura cuando no puede tener lo que quiere. Y cuando no puedes tener lo que quieres, dejas de ser víctima y pasas a ser un sobreviviente. Para serlo, a veces, uno hace locuras y eso vuelve tan compleja a Amada”. 

Sin embargo, Mabel tenía una certeza sobre este rol tan demandante: no quería darle vida a una mujer homofóbica. Para ella, la cinta escrita por Mónika Revilla (Alguien tiene que morir; Juana Inés) «ya se iba a encargar de señalar muchas cosas y yo quería construir a una mujer que partió de una ilusión y terminó con su vida rota», nos comparte.

«Yo encontré mi fortaleza en El baile de los 41 el primer día de rodaje. Antes tuve mucho miedo por los retos que implicaba. Soy alguien a quien le gusta entregarse y Amada Díaz me retó todo el tiempo. Pero en el día 1 de rodaje, cuando me cubrieron de capas y capas de ropa, y me encerraron casi todo el tiempo en una casa, encontré mi fortaleza en su soledad”. 

En este microcosmos de miradas reveladoras, Mabel encontró también un gran apoyo en los ojos de su coprotagonista. “Estuviera o no a cuadro, Alfonso Herrera siempre estuvo detrás de la cámara para darme sus miradas, para compartirme sus intenciones, y ayudarme a generar todo esto. Cuando tienes un director que explora contigo otras posibilidades, cuando tienes a un actor que te está dando sus ojos para darte réplica y crear una vida juntos, sin duda los resultados son los que se pueden ver en pantalla”. 

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Mabel Cadena El baile de los 41

Un baile contra la censura

Por décadas, los pasos de baile del cine mexicano eran marcados por la tiranía de la censura. No ha pasado tanto desde que se terminaron aquellas épocas donde una historia corría el riesgo de ser enlatada indefinidamente por retratar temáticas polémicas o confrontativas. Hoy hay otros tipos de censura: desde aquella que se genera cuando se rechaza el apoyo a un proyecto, cuando se decide no programar una historia en cartelera o cuando las autoridades delimitan el público que podrá ver cierta película. 

El baile de los 41 llega a los cines del país con una clasificación C, apta únicamente para mayores de 18 años. Al consultar a la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), la dependencia de la Secretaría de Gobernación afirma que las razones por las que la película fue considerada para su clasificación C “se encuentran fundamentalmente en la presencia de imágenes con contenidos sexuales explícitos (masculinos y femeninos), detallados, en primer plano y con larga duración, especialmente en la secuencia que da origen al título y tema central de la película”. 

“Estamos sorprendidos de la clasificación pero a la vez no”, nos dice Emiliano Zurita. “Esa clasificación habla más bien de que la sociedad no ha cambiado mucho en estos 120 años. Y justo por eso es muy necesario que mucha gente vea la película y genere conversaciones; incómodas para algunas, pero que finalmente nos dejará ir cambiando lo que se nos hace normal en la sociedad”. 

El baile de los 41 elenco

Alfonso, por su parte, afirma: “Cuando hice Sense8, Lana Wachowski constantemente hablaba de la manera en que hemos normalizado a los cuerpos femeninos desnudos en la pantalla y cómo nos escandaliza ver a dos hombres tomados de la mano o besándose. Pero no nos asusta la violencia explícita.

«Ahora en las salas de cine hay una película que tiene una violencia explícita pero tiene una clasificación B15 versus esta película que muestra una masculinidad contundente, que muestra una historia de amor entre dos hombres y tiene una clasificación C”. 

Los criterios de RTC sobre la clasificación B15 se refieren a cintas que, si bien presentan violencia, “ésta no es extrema y puede estar vinculada con conductas sexuales sugeridas, señalando las consecuencias negativas de su vinculación. Puede haber erotismo y escenas sexuales implícitas, ambos en un contexto no degradante. Las escenas sexuales no son frecuentes ni de larga duración. Cuando se presenta desnudez, es esporádica, sin acercamiento a los genitales de los actores y en un contexto no humillante”. 

En una cartelera donde todavía figura Nuevo orden, de Michel Franco –la cual incluye distintas escenas de tortura y humillación sexual por parte del Ejército–, sorprende la asignación a El baile de los 41 como una cinta apta únicamente para mayores de edad. “Y esta clasificación sólo nos habla de la necesidad de esta película”, afirma Mabel Cadena. “De permitir a los seres humanos ser más libres, de amar a quien se nos pegue la gana, sin clasificarnos y sin tener que escondernos. Creo que es un gran momento para, otra vez, retomar nuestro pasado, revisar la historia, nuestro presente y transformar nuestro futuro. No podemos seguir caminando hacia el mismo lugar de hace 100 o 200 años. Como sociedad sí hemos dado pasos en la lucha y en los derechos, pero no en el pensamiento. ¿Qué tipo de programadores tenemos en México? ¿Quienes son los que toman estas decisiones?«

Para David Pablos, “la clasificación se vuelve totalmente desproporcionada cuando se compara con otras películas con un contenido mucho más explícito y violento, actualmente en cartelera. Creo que hay una falta de congruencia en esa decisión.

«Me sorprende que sean mucho más censurables los desnudos masculinos, los actos amorosos entre hombres, que la violencia explícita. Y eso habla mucho del país y de la realidad en que vivimos. Aquí, la violencia está tan normalizada y mediatizada que ya ni siquiera es un tema. Es algo que simplemente no entiendo”. 

Un baile en su honor

La noche del 17 de noviembre de 1901, un grupo de 42 hombres se disponía a celebrar en secreto su libertad. Unas horas más tarde, cuando el reloj marcaba las tres de la mañana, su vida terminó. Uno de ellos fue “salvado” por su cercanía al presidente. El resto pagó las consecuencias. «41 maricones fueron encontrados en un baile en la calle de la Paz», se leía en un periódico de la época, acompañado por un grabado de José Guadalupe Posada. «Cuarenta y un lagartijos, disfrazados la mitad de simpáticas muchachas», decía la hoja. «La otra mitad con su traje, es decir de masculinos, gozaban al estrechar a los famosos jotitos«. Luego de la redada, vino la condena pública y un linchamiento que terminó en un destino incierto. 

El 17 de noviembre, pero de 2020, las coreografías no ejecutadas de aquella noche finalmente pudieron brillar. No fue en una pista sino en la pantalla grande. No hubo brindis pero sí muchos aplausos. La fiesta llegó tarde. 119 años, para ser precisos. Sin embargo, aquella noche, el baile de los 41 finalmente se pudo celebrar. Y se hizo en grande. Con una alfombra roja y con la esperanza de que aquello nunca más vuelva a pasar… 

El baile de los 41 póster

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