Hay cine para todos los gustos, de eso no hay duda. Lamentablemente, aunque hay una creciente diversidad de géneros narrativos, no se puede decir lo mismo sobre los protagonistas de las historias que aparecen en dichos géneros. Hoy, las llamadas “minorías” se van abriendo paso en una industria que, por alguna razón, apenas está despertando a todo lo que hay allá afuera. No por nada la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos recientemente presentó sus –muy necesarias– reglas de inclusión para elegibilidad en los premios Óscar. Justamente, uno de estos grupos “poco representados”, y que figuran en dichos criterios, son las personas con discapacidad. Pensemos: ¿Qué tan seguido vemos a un personaje estelar que tenga algún impedimento físico?
Esa misma pregunta se hizo Jenni Gold hace varios años, cuando salió de la escuela de cine de la University of Central Florida. Ella utiliza una silla de ruedas debido a una distrofia muscular. Sin embargo, eso no le impidió encontrar la manera de operar una cámara y aventurarse a dirigir el documental CinemAbility: Art of Inclusion, pertinente relato de la manera en que Hollywood ha retratado la discapacidad a lo largo de la historia.
Tuve la oportunidad de platicar –en exclusiva para Cine PREMIERE– con esta cineasta, que forma parte del Directors Guild of America. En la conversación abordamos los retos que surgen al momento de levantar una producción, en un mundo que aún se pregunta si vale la pena abrirle las puertas del éxito a todas aquellas personas que le parece «diferentes». Afortunadamente, ella se robó las llaves y entró por la fuerza.
“Me ayudó ser obstinada. […] Es un negocio rudo. […] Alguien dijo alguna vez: ‘No te interpongas entre Jenni y su película’”, dice la realizadora entre risas.
Para Gold existe algo “más importante que el oxígeno”: las imágenes en movimiento. Desde que que tuvo su primer acercamiento con una película, supo que el cine eraa la mejor manera de conocer aspectos de la vida que no se podían experimentar en carne propia, dada su condición.
«Vi Rocky II en Miami, yo era muy joven. En la pelea con Apollo hay una escena en la que los dos están en el suelo. Noté como la gente gritaba y se emocionaba [en esa parte]. Me di cuenta de cómo el cine afecta a las personas».
Cuando la cineasta comenzó a hablar sobre sus motivos, aquello por lo que decidió dedicarse a la creación de proyectos audiovisuales, sus palabras hicieron un eco prolongado en mi cabeza. Yo soy periodista, mi película favorita es Rocky, de 1977 y también tengo una discapacidad. En mi caso fue causada por una pequeña parálisis cerebral de nacimiento. No tengo bien desarrollada la parte motriz, pero el área cognitiva quedó intacta.
Tenía 16 años cuando, impulsado por esa capacidad de pensamiento, se me ocurrió la idea más loca de mi vida: “Quiero dedicarme al cine” (suena The Fools Who Dream, de La La Land). Con ese sueño en mente, ingresé a estudiar la Licenciatura en Comunicación, de la cual ya llevo cursada poco más de un año. Además, estoy escribiendo estas líneas en un sitio alimentado por compañeros que tienen la misma pasión que yo. ¡Sí funciona ser persistente! Sería un eufemismo decir que me gusta el cine. Antes, las películas no me representaban más que simple entretenimiento. Sin embargo, ahora me sería imposible vivir sin ellas. Se han convertido en mi lenguaje preferido.
Después de consumir ávidamente las historias en la pantalla, un día me hice un cuestionamiento: “No puedo ser la única persona que se quiere poner tras una cámara aún con una condición médica, ¿o sí?” Entré a Google y tecleé: “disabled film directors”. Así, encontré a Jenni y a su historia. No niego que lo primero que me atrajo del texto en el que había clickeado fueron las fotografías que lo acompañaban; en ellas, Jenni posaba con Jane Seymour, Ben Affleck, Jamie Foxx, Gary Sinise, Marlee Matlin, Geena Davis y William H. Macy (todos dan entrevistas muy relevantes en el filme). ¿Cómo lo había logrado? Gracias a una maravillosa idea.
“Escribieron un artículo sobre mí –una directora en silla de ruedas– para Los Angeles Times. Entonces unos amigos vinieron a verme y me dijeron: ‘Queremos hacer un documental sobre ti, y yo dije: ‘¡No! ¿Qué van a hacer, seguirme a todos lados? Yo no he hecho nada. Eso es tonto’. Y luego les dije: ‘Si quieren hacer una película sobre discapacidad, ¿por qué no hacerla sobre la historia de la discapacidad en el cine? […] Guardé esa idea en un cajón de mi oficina en el lote trasero de los estudios Universal, pero tengo un amigo que es publicista, entonces lo invité para platicarle sobre todos mis proyectos y que me aconsejara para saber en cuál me debía enfocar. Él encontró esta idea en el cajón y dijo: ‘¿Por qué no estás haciendo esto?’, y yo le dije: ‘Bueno, no quiero que piensen que todo en mí es sobre discapacidad’. Él respondió: ‘Si no eres tú, ¿quién más lo va a hacer?’”.
Cuando por fin se convenció de que la idea para el documental CinemAbility: Art of Inclusion tenía potencial, Jenni se puso manos a la obra. La primera persona a la que acudió fue al actor Danny Murphy, quien quedó cuadripléjico después de un accidente. Coincidentemente, él era amigo de dos directores que lo reclutaron para sus películas Loco por Mary o Irene, yo y mi otro yo.
“¡Danny se involucró y los hermanos Farrelly se involucraron! […] Se fue creando un efecto de bola de nieve, de pronto, se hizo más y más grande y [de repente] ya lo estaba haciendo”, nos platica la cineasta.
Después de dos minutos de estar leyendo el artículo, me di cuenta de una cosa. No me había fijado bien en cómo era Jenni. Al observarla más detenidamente, casi pego un brinco de alegría. Resulta que en su silla de ruedas, ella tiene montado un dolly (el aparato que permite mover la cámara sobre un eje para obtener las tomas). Es un sistema futurista, pero sobrio a la vez: cuando capta tu atención te produce sorpresa, pero poco a poco te vas acostumbrando a verlo como algo orgánico.
Inmediatamente comencé a buscar toda la información posible acerca del proyecto, pues vi el éxito de Jenni como una validación de mi sueño. La realidad es que, por idílico que suene, nunca pensé que no iba a poder lograr lo que yo me había planteado como objetivo; sin embargo, verla a ella en un set, con una sonrisa de oreja a oreja, al frente de su propio trabajo, se sintió como una palmadita en la espalda, como si una voz me dijera: «Vas por buen camino».
Hay un momento del documental en el que los entrevistados se debaten sobre si es aceptable que se reclute a actrices y actores que no tienen una discapacidad en roles de personajes discapacitados. Obviamente, las respuestas varían: mientras unos no consideran que haya mayor problema, otros lo comparan con el blackface, la práctica de maquillar con color oscuro a alguien para «disfrazarlo» de una persona negra. Sin embargo, también es cierto que hay una cuestión de disponibilidad de talento, y también de temporalidad: cuando Sinise encarnó al teniente Dan en Forrest Gump, en 1994, no había muchas cosas que alentaran a las personas con impedimentos físicos a perseguir una carrera actoral. Él fue el elegido para darle vida a alguien que perdió ambas piernas en la guerra de Vietnam y lo hizo con dedicación y respeto.
Y es que ese es el poder de la representación: permite que hagamos conexiones duraderas, que sintamos empatía unos por otros. Así como yo conecté con alguien igual a mí gracias a un largometraje, puede ser que otras personas necesiten verse reflejadas en un medio para sentir que están siendo tomadas en cuenta. Al menos así lo veo yo, y parece que Gold también:
“Creo que la gente siempre busca historias con las que se puedan sentir identificados. […] En el mundo, hay un gran número de personas con discapacidad. Somos más que la población de China. Creo que, si comenzamos a ser más vocales y a unirnos, los demás se darán cuenta que no deben descartarnos. Mientras tengamos más oportunidades de empleo [en la industria], las cosas van a empezar a mejorar para las siguientes generaciones”.
Tiene mucho sentido que la cineasta haya mencionado el aspecto generacional. La primera vez que vi el documental CinemAbility: Art of Inclusion, me llamó la atención que la mayoría de las cintas y series a las que se hace alusión no son muy recientes. Por ejemplo, Freaks, dirigida por Tod Browning, fue lanzada en 1932, y en su momento fue considerada una película de terror, puesto que osó mostrar personas con enanismo en roles cuasi protagónicos. Es casi seguro que haya permanecido en el olvido porque nadie la publicitó lo suficiente, ya que en su tiempo las «personas pequeñas» no tenían la misma aceptación que ahora.
Lo mismo sucedió con el programa Ironside, transmitido por NBC de 1967 a 1975. El show se centraba en un consultor de la policía de San Francisco que, después de un accidente, comienza a depender de una silla para moverse. Con el estilo camp que dominaba todo en aquella época, ¿ustedes piensan que los episodios son un melodrama? ¡Para nada! Esta era una aventura de acción. Todo un espectáculo. Pero quedó enterrada en la historia… hasta que Jenni y sus entrevistados la rescataron con ayuda de su buena memoria.
En los primeros minutos de metraje del documental, Ben Affleck aparece a cuadro mencionando que hay muy poca cabida para la discapacidad en el Hollywood actual. Que hay que hacer algo para cambiar eso. Durante el resto de la cinta nos recuerda que sí hay cosas que se pueden cambiar.
Para ejemplificar esto me gustaría poner unos ejemplos: hay una sitcom que me encanta –y que no es aludida en CinemAbility, pero que bien podría ser parte de su curaduría de títulos–, llamada Speechless. Se centra en JJ DiMeo, un adolescente con una parálisis cerebral que, como el título lo dice, le impide hablar. Salvo por el hecho de que no se comunica con sonidos, su vida se parece mucho a la mía, ya que va a la escuela, tiene amigos, una familia que lo apoya y, por si fuera poco, es muy listo: por eso, se comunica apuntando con una luz a un tablero con el abecedario. JJ es interpretado por Micah Fowler, un actor con la misma condición que su personaje.
Precisamente, creo que ese es el camino que se debe tomar: apuntar a que haya retratos que se enfoquen en una verdad universal, y esa no es otra sino que todos podemos aportarle algo al mundo. Nadie es inútil.
«Mi parte es mostrarlo en películas para que se sepa lo que las personas con discapacidad podemos hacer», comenta Jenni Gold.
Mientras tanto, espero que siga habiendo cine por mucho tiempo para que estas demostraciones nunca terminen. A las audiencias les queda mucho por descubrir y, a los realizadores , mucho por ofrecer. Lo interesante del asunto es que, para ambas partes, siempre habrá una forma de continuar haciendo lo que les apasiona: si no hay ojos, hay oídos; si no hay oídos, hay tacto; si no hay manos, hay piernas. La creatividad y la determinación nunca se acaban.
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El documental CinemAbility: Art of Inclusion se puede rentar en Apple Movies. O bien, se puede conseguir en DVD en este enlace.
Actualmente, Gold está en posproducción de su próximo proyecto, la comedia de horror Aaah! Roach!, que va sobre unos universitarios que son aterrorizados por cucarachas gigantes en su fraternidad. Está protagonizada por Casper Van Dien (Starship Troopers) y Jason Mewes (Jay and Silent Bob).
La entrada CinemAbility: (dis)capacidad, cine y representación se publicó primero en Cine PREMIERE.
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