Existe un impresión generalizada de que las películas de hoy duran más en comparación con producciones estrenadas en décadas pasadas. En este artículo no vamos a debatir semejante noción (sí mencionaremos que existen argumentos en contra) y partiremos del simple hecho de que efectivamente, en estos tiempos acelerados, aún hay películas que se dan el lujo de demandarnos una larga permanencia ante la pantalla. ¿Por qué lo hacen? A continuación, chequen dos hipótesis que han visto la luz en los últimos años.
1. La búsqueda de prestigio
Existe la hipótesis de que aquellas producciones que aspiran a ser tratadas con mayor seriedad por la industria —en específico, por la Academia durante los tiempos del Óscar— deben durar más de 120 minutos. El reconocido crítico de cine Peter Travers llegó a decir (vía) que «los estudios de Hollywood creen que las películas se pesan por libras cuando se trata del pensar de la Academia. Si no es [un largometraje] extenso, no va a ganar«.
Las cifras históricas parecen respaldar esta impresión. Dos terceras partes del total del producciones que han triunfado en el Óscar como Mejor película han ostentado o superado las dos horas de duración. Esto es: 62 títulos de los 92 filmes galardonados desde los comienzos de dicha premiación.
Tales números se infieren de estadísticas difundidas por The Campanil a fines del año pasado. Por los tiempos, éstas evidentemente no incluyen Parásitos de Bong Joon-ho (132 minutos) así que debemos integrarla mentalmente a la siguiente gráfica:
Notarán que los tres filmes más extensos de la imagen anterior pertenecen todavía a la era dorada de Hollywood: Lo que el viento se llevo (1939), Ben-Hur (1959) y Lawrence de Arabia (1962). Es importante señalar esto porque la hipótesis aludida en este apartado propone que la búsqueda de prestigio por parte de algunas producciones modernas supone evocar a aquéllos y otros grandes clásicos emulando su larga duración. ¿Será?
2. La competencia contra la pantalla chica
Una segunda hipótesis en torno al por qué un estudio fílmico querría estirar sus producciones más allá de las dos horas, apunta a la necesidad de otorgar distinción a tales largometrajes —contemplados para las salas de cine— frente a los contenidos de la pantalla chica.
El Dr. Randal Olson, experto en visualización de datos, revela que entre 1950 y 1965 la duración de las películas se incrementó en una media de 20 minutos (vía). Asimismo, el especialista propone que semejante aumento se debió a la presión que comenzaba a ejercer la televisión hacia la industria cinematográfica. De acuerdo a esta idea, Hollywood habría visto el tiempo como una ventaja frente a la brevedad de los programas televisivos: entre más largas fueran las películas, más interés habría por parte del público de asistir a los cines. En esa época, por ejemplo, vio la luz Los diez mandamientos (1956) con una duración de tres horas y cuarenta minutos.
Una actualización a la perspectiva de Olson es que, hoy, las películas «teatrales» ya no buscarían propiamente distinción sino más bien mantenerse a la altura de la oferta de plataformas streaming.
«Los directores de cine recurren a la duración de una película para competir con el creciente número de prestigiosas miniseries de Netflix de dos a cuatro episodios que bien podrían tratarse de películas», dice la periodista Jo Moses. «Después de todo, ¿no es lo mismo ver un programa de cuatro episodios como When They See Us que sentarse a ver [el largometraje de 197 minutos] Espartaco?».
Curiosamente, la extensa duración ya no parece un factor en el que puedan imponerse —o si quiera competir— las producciones fílmicas tradicionales cuando películas autorales de Netflix como Da 5 Bloods (2020) tienen libertad de durar más de dos horas y media. Es más: no hay duda de que ningún estudio convencional habría permitido que El irlandés (2019) alcanzara los 210 minutos de inicio a fin.
Por otro lado, deviene apropiado recordar que esas tres horas y media no jugaron a favor del filme de Scorsese en materia del «prestigio» traducido en premios Óscar. De 10 nominaciones en la pasada edición de la ceremonia, El irlandés finalmente no triunfó dentro de ninguna terna. Y ni hablar de Avengers: Endgame (181 minutos) que tras postularse para 14 categorías, sólo fue nominada a Mejores efectos visuales… y perdió.
Gracias a estos últimos dos casos nos damos cuenta de que —aún si la industria realmente piensa en la extensa duración como garantía de mayores consideraciones— todavía hay variables que neutralizan semejante «mérito», sea por tratarse de una producción derivada del streaming o que pertenece a un género poco reconocido en la temporada de premios.
La entrada ¿Por qué las películas ahora duran más? se publicó primero en Cine PREMIERE.
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