El director surcoreano Kim Ki-duk murió a los 59 años de edad producto de varias complicaciones derivadas por coronavirus (COVID-19). Así lo ha confirmado Variety, medio que notifica que el cineasta falleció este jueves 11 de diciembre dentro de un hospital de Riga, capital de Letonia.
De acuerdo con una fuente cercana a Variety, Kim Ki-duk viajó a Letonia desde el mes de noviembre de 2020 con la intención de comprar una casa y solicitar el estatus de residente extranjero. Pero no sólo eso, pues Edith Sepp, directora ejecutiva del Instituto de Cine de Estonia, mencionó que el realizador acudió en septiembre al instituto para presentar una nueva película titulada Rain, Snow, Cloud and Fog, una coproducción entre Corea y Estonia. Sin embargo, la solicitud se retrasó y aún así el director tenía la intención de postularse nuevamente en enero de 2021.
Sobre esta nueva producción Edith Sepp le dijo a Variety lo siguiente:
«Es una gran lástima que nunca haya logrado hacer eso ya que la historia parecía intrigante, como todas sus historias. Tocó diferentes modelos de posibles relaciones y cuatro historias distintas se tejieron en una sola«.
«Puede que te gusten o no te gusten sus películas, pero no te dejaba indiferente. Era una mente turbulenta tal vez, pero como [persona], cuando lo conocimos brevemente en otoño, era un creador fiel a la esencia, un talento, especialmente cuando describió su próxima película, sus ojos llenos de pasión. En mi opinión, solo quería hacer películas en la vida, nada más«, manifestó Sepp sobre la personalidad del cineasta.
Kim Ki-duk nació el 20 de diciembre de 1960 en Boghwa, Corea del Sur y antes de ser cineasta fue albañil, pintor y escultor. En una entrevista exclusiva que ofreció para El País en el año 2005, el realizador comentó que la vocación para hacer películas llegó un poco tarde, pero fue en un viaje a Europa cuando comenzó a cuestionarse los prejuicios que lo rodeaban para reflejarlos en la pantalla.
«Decidí hacer cine después de un viaje de dos años que hice por Europa. Algo cambió sobre mi percepción de la vida, empecé a cuestionarme muchos prejuicios con los que me habían criado. Al volver a Corea empecé a rodar. Para hacer películas lo importante es vivir la vida. Para mí ha sido la mejor escuela».
En 1993 ganó el premio mayor del Instituto Nacional del Guion de Corea del Sur por Un pintor y un criminal condenado a muerte. Pero finalmente en el año 1996 fue cuando despuntó su carrera gracias a Cocodrilo y posteriormente su reconocimiento se hizo mayor con Hierro 3 (2004) y Amén (2011). Los premios y distinciones estuvieron al por mayor en el Festival Internacional de Cine de Cannes y en el Festival Internacional de Cine de Venecia. Ganó el Oso de Oro de Berlín por Samaria (2004), se alzó victorioso con el León de Oro de Venecia por Pieta (2012), uno de sus filmes más controvertidos y la cinta Arirang (2011) se llevó el premio Una Cierta Mirada en Cannes.
La filmografía de Kim Ki-duk siempre será recordada por ser altamente experimental, gracias a ese ritmo pausado de sus obras, fuerte contenido visual a través de elementos criminales o lo que él consideraba «inadaptado» dentro de la sociedad surcoreana, así como los prolongados silencios y la carencia de diálogos.
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