Aquí se postra una historia que no podrás rechazar. La verdadera historia detrás del rodaje de El Padrino. Es una convención usual y aceptada que el personaje de Vito Corleone está inspirado en tal o cual jefe de la mafia de la década de los 70, pero nada puede estar más alejado de la realidad. Especialmente cuando el mismo autor de la novela fuente ha confesado que sus personajes son producto de una investigación de escritorio, de la cual ha vivido arrepentido y avergonzado.
No obstante, Mario Puzo no tendría por qué avergonzarse de nada, salvo quizá de haber cedido los derechos de su novela por una cantidad nimia que no va acorde a la grandilocuencia con la que ahora cuenta una de las mejores (o la mejor, llamada por muchos) películas de todos los tiempos.
La verdadera historia de El padrino nació desde la cuna de las grandes deudas y las amenazas de pago con violencia. Mario Puzo, un italoamericano con aspiraciones a escritor, pero con debilidad por los apuestas y el juego, hasta la década de los 60 había conseguido publicar dos novelas que fueron aceptadas cálidamente por la crítica, pero no así por los lectores.
El fracaso económico de sus novelas y las deudas crecientes que obtuvo a consecuencia de jugadas mal aplicadas en las mesas de juego, y una desfavorecida suerte, le obligaron a escribir una novela sobre gangsters y mafia. Una temática a la que se había rehusado durante mucho tiempo. Cuando llevaba apenas unas 70 páginas del manuscrito, en un acto de desesperación, se presentó ante el ejecutivo de Paramount, Robert Evans, para ofrecerle los derechos de un libro aún sin finalizar sobre el mundo de la mafia.
«¿Estás en problemas», preguntó Evans, y Puzo confesó que, si no conseguía 12 mil dólares para pagar una deuda, probablemente le romperían un brazo. El trato se cerró en 12 mil 500 dólares y con un nulo interés o fe, de parte de ambos, de que algún día el manuscrito terminara en algo sustancioso. Sin embargo, cuando meses más tarde la novela, que en un principio se tituló La Mafia, se convirtió en un éxito de ventas, Evans y Puzo volvieron a cruzar caminos.
La verdadera historia de El Padrino y la bendición de la Mafia
En pleno 2020 Paramount anunció que realizará una serie de televisión que contará lo pormenores que existieron antes, durante y después de la producción de la película dirigida por Francis Ford Coppola y ganadora de tres premios Óscar. Armie Hammer será el protagonista absoluto bajo el papel de Albert S. Ruddy, el productor elegido por el estudio para tomar cargo de un filme al cual todavía no le tenían confianza.
¿La razón? Las películas de mafia no eran exactamente el éxito taquillero que un estudio como Paramount buscaba. En las reuniones previas de los ejecutivos se planteó que la razón de que los filmes sobre el citado tema, no resultaban con gracia, era porque se trataban de obras sobre personajes italoamericanos, plasmadas y desarrollados, sin embargo, por talento detrás de la cámara que no compartía las mismas raíces.
Así se llegó al acuerdo de que se necesitaba talento italoamericano para lograr mejores resultados. Empero, el productor Al Ruddy, un neoyorquino bien parecido, fue elegido porque tenía la experiencia de realizar filmes de manera rápida, eficiente y con poco presupuesto. Al principio a El Padrino se le otorgaron $2.5 millones de dólares de presupuesto, pero a medida que la popularidad de la novela incrementó -y sobre todo la fama de una producción que trató de ser boicoteada por el crimen organizado-, dicha suma aumentó a $6 millones.
Precisamente se dice que la verdadera historia es que El Padrino fue condonada por la mafia y el crimen organizado. Y probablemente sobre ello versará la historia que veremos en la mencionada serie de televisión. Durante la década de los 60 y 70, la palabra «Mafia» se convirtió en el enemigo número uno de los grupos delictivos que hasta entonces no habían recibido un seudónimo o calificativo como tal. Cuando creció el rumor de que el filme de Coppola, basado en la novela de Puzo, se asomaba como una gran película en aras de iniciar su producción, un hombre trató de oponerse ante la idea.
Durante la primavera de 1970, un italoamericano llamado Joseph «Joe» Colombo comenzó una movimiento bautizado como la Liga de los derechos civiles italoamericanos. Luego de que el FBI tomara demasiado interés en sus negocios, que incluían préstamos, robos de joyas, evasión de impuestos y ganancias de $10 millones al año por operaciones de juego, el astuto Colombo declaró que el Buró de Investigación en realidad sólo le discriminaba a él y a toda la comunidad italoamericana de Nueva York a los que perseguía bajo pretexto de negocios turbios.
La Liga de los derechos civiles italoamericanos se convirtió entonces una fachada que logró frenar a las autoridades y perpetuar las actividades no sólo de Colombo sino de otras cuatro prominentes familias dedicadas al crimen organizado que, sin embargo, a través de la mentada institución ejercieron también presión para que la producción de Paramount nunca sucediese.
Primero comenzó con una carta dirigida a los ejecutivos del estudio en donde la liga asentaba que «un libro como El Padrino deja a uno con un sentimiento repugnante». Pero más tarde la petición escaló a las amenazas y éstas, a los atentados. En dos ocasiones las oficinas de Paramount y Gulf & Western tuvieron que ser desalojadas por amenazas de bomba, y en varias ocasiones llamadas telefónicas fueron hechas a varios miembros de la producción con la advertencia de parar la película.
El productor Al Ruddy no encontró otra solución más que asistir a una reunión con Joe Colombo, luego de que incluso balearan su automóvil estacionado afuera de su casa durante la madrugada. A la reunión, convenida irónicamente en el Hotel Park Sheraton -lugar famoso por ser testigo del asesinato de Albert Anastasia (otro líder mafioso)-, acudieron sólo el mencionado productor, Colombo y dos de sus escoltas.
Ruddy se aseguró de que su oponente entendiera que de ninguna manera las intenciones de la película eran menospreciar a la comunidad italoamericana y que el filme más que ser una condena contra el mundo criminal, era la historia de un lazo familiar. Cuando extendió el guion y Colombo comenzó a leer, le preguntó qué significaba Fade-In. «Y allí me di cuenta de que Colombo no pasaría de la página dos», declaró Ruddy.
El asunto se resumió en una cuestión importante: Colombo no quería que la palabra «mafia» fuera mencionada en ningún momento de la película. Y es que desvincular dicha palabra de la comunidad italoamericana de los Estados Unidos eran la finalidad primordial de la Liga. Al Ruddy accedió de inmediato y esa es la verdadera historia de por qué en El Padrino la palabra «mafia» jamás es mencionada, a pesar de que aparecía hasta en tres ocasiones en el guion original.
Antes de cerrar el trato, Colombo pidió una cosa más: que las ganancias del estreno del filme se donaran a la Liga. Ruddy aceptó, pero Colombo pidió que ambos dieran una conferencia de prensa, a la que el productor accedió creyendo que sólo asistirían medios locales e italianos. La realidad fue otra. La fama del filme había crecido tanto que medios de comunicación de todos los tamaños y nacionalidades asistieron, lo que puso a Paramount en una situación incómoda ante titulares que decían que la Mafia había dado permiso para rodar la película.
Al día siguiente la bolsa de valores indicó que las acciones de Paramount se encontraban muy por debajo de lo usual. Los periódicos no hablaban de otra cosa más que del sometimiento de los grupos criminales contra una productora de Hollywood. Los ejecutivos del estudio mandaron llamar a Ruddy y le despidieron en el acto. Sin embargo, su puesto fue salvado, gracias a la defensa de Francis Ford Coppola quien dejó en claro que la realización de la película no habría llegado hasta tal punto y que no llegaría más lejos sin Ruddy dentro del juego.
Así como esa, seguramente más historias se irán deshilvanando en los capítulos de una serie que habrán de mostrar los pormenores detrás de la realización de un filme que ha servido por generaciones para educar en el quehacer del séptimo arte, tanto a espectadores, como a cineastas noveles. Y seguramente también de lo que sucedió en la vida de Al Ruddy durante la concepción de la obra.
A su estreno El Padrino recibió 11 nominaciones a los Premios Óscar y se llevó a casa tres: Mejor película, Mejor actor y Mejor guión adaptado. Precisamente el buen Al Ruddy ganó la estatuilla por su labor como productor de la cinta, al igual que Puzo y Coppola en la categoría de guion; tres hombres que desde su propia trinchera apostaron, se endeudaron, o hicieron tratos con la mafia, en pos de ganar una lucha que tenía como meta principal ver la película resuelta, una que hasta la fecha resulta inolvidable para la meca del cine.
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