«Mi nombre es John Ford. Soy director de westerns«. Una frase que inmortalizó al que muchos consideran el mejor director estadounidense de todos los tiempos, así como sus aportaciones en la construcción del mito americano con incontables películas que abordaron los sueños y pesadillas de la frontera.
Pero su talento no se limitó a la captura del oeste, sino que le permitió abordar con destreza toda clase de historias dotadas de gran complejidad. Tramas diversas que van de la pérdida de la inocencia europea, los estragos de la Gran Depresión, así como los frentes menos explorados de la II Guerra Mundial.
John Ford también es recordado por sus alianzas recurrentes con ciertos actores, siendo John Wayne el más conocido de todos al acumular más de una veintena de colaboraciones. La amistad fuera del set nunca mermó su dureza laboral, al grado que su continua búsqueda de la perfección absoluta arrancó lágrimas al Duque en varias filmaciones.
Una figura clave para la construcción de la industria cinematográfica que conocemos hoy en día, estas son las mejores películas en la obra de John Ford.
10. Delator (Dir. John Ford, 1935)
John Ford fue un emblema del cine norteamericano, pero nunca renegó de sus raíces irlandesas. El hombre quieto (1952) suele ser el mejor exponente de esto, pero la tendencia también es palpable en Delator, sobre un hombre relegado del Ejército Republicano Irlandés y cuyas necesidades le hacen delatar a un antiguo compañero, lo que resulta en una serie de culpas que sirven como eje temático de las acciones. Ha resentido el paso de los años, no tanto por su trama, sino por su sensibilidad extrema que complica la identificación con las audiencias contemporáneas. Aun así es una obra clave en la obra del realizador al iniciar su ruta a la madurez que se concretaría unos años después con La diligencia (1939) y que se manifiesta en la exploración a profundidad de sus personajes centrales y en su interés estético que en este caso combina elementos hollywoodenses y del expresionismo alemán. Representó su primera nominación al Oscar a Mejor director, y más importante aún, su primera estatuilla en la categoría.
9. Fuimos los sacrificados (Dir. John Ford, 1945)
Si John Ford es considerado el director americano por excelencia es por su atinada comprensión de la psique estadounidense. Esta habilidad no se limitó al western, pues también puede apreciarse en su paso por el cine bélico, como es el caso de Fuimos los sacrificados. La cinta aprovecha el entonces menos explorado frente del Pacífico para mostrar los esfuerzos de un navío por contener una invasión japonesa en Filipinas, lo que permite la exploración de temas recurrentes en la obra del realizador, como es el más profundo de los heroísmos a costa de la propia vida. Buena parte de su popularidad radica en su alto realismo, así como en el estupendo trabajo de su dupla estelar integrada por Robert Montgomery y John Wayne, destacando que este último era continuamente acosado por el director, quien lo tachaba de cobarde por no participar activamente en el conflicto. A esto sumemos su oportuno timing, pues inició filmación en un momento crítico en la guerra contra los nipones, pero estrenó sólo unos meses después de terminada la guerra, lo que le convirtió en un bálsamo de idealismo para una unión americana urgida de mensajes alentadores.
8. ¡Qué verde era mi valle! (Dir. John Ford, 1941)
Luego de tres intentos fallidos, ¡Qué verde era mi valle! representó el primer Oscar a Mejor película para una cinta de John Ford. El reconocimiento no vino exento de polémica, al implicar la derrota de Ciudadano Kane (1941) que es considerada por muchos como uno de los mejores filmes de todos los tiempos y las acusaciones de ser una historia demasiado sencilla cuyo único mérito es la nostalgia de un hombre que rememora su infancia en un pueblo minero galés en franca decadencia. Un error de apreciación que ha mermado el legado de uno de los títulos más representativos del legendario cineasta, quien aprovecha la añoranza para impactar en las emociones del público, pero sobre todo para arrojar una dura crítica a la industrialización que destruye la pureza del mundo reflejada en la mencionada población, la familia protagonista obligada a fragmentarse para garantizar la supervivencia y la vida de un patriarca que trabaja duramente para sacar adelante a su hijo más pequeño y concretar así su misión en esta vida. Una visión desoladora de un mundo que se ha ido para nunca volver y que representó el tercer Oscar a Mejor director para Ford, con el que se convirtió en el primer cineasta en ganar la terna de manera consecutiva.
7. Trilogía de la Victoria (Dir. John Ford, 1948; 1949; 1950)
La obra de John Ford es clave para entender la evolución del mito americano, con un oeste cuya simbología pasó del sitio esperanzador al epicentro de la decadencia moral. Esta debacle es evidente en la llamada Trilogía de la Victoria, con tres películas conectadas no por la misma historia, sino por un territorio fronterizo en franca caída libre. La que figura entre las grandes trilogías temáticas de todos los tiempos es integrada por Sangre de héroes (1948) que lleva al interior de un fuerte destinado a la desgracia por la intolerancia de sus líderes; La legión invencible (1949) sobre un veterano aquejado por el miedo en una última misión; y Río Grande (1950) que aborda la víspera de un enfrentamiento decisivo con una armada incompetente y un líder sumido en una crisis personal. Una visión pesimista con la que se abordaron, no sólo los problemas de una joven unión americana, sino los métodos violentos de un país que no duda en exterminar a cualquiera que considera una posible amenaza.
6. El hombre quieto (Dir. John Ford, 1952)
John Ford es un eterno referente del western. Quizá por ello muchos aún se sorprenden al recordar que el director se alejó temporalmente de los mitos fronterizos para relatar una historia cuyo dramatismo no le impidió emular la esencia de los cuentos de hadas. Esto a partir de un hombre que regresa al pueblo que le vio nacer para disfrutar de una vida tranquila, pero sobre todo para escapar de los demonios de su pasado. El objetivo se complica por las provocaciones de algunos miembros de la comunidad, así como por las presiones de su esposa cuyo rechazo a la pasividad de su marido resulta en una auténtica catarsis que lleva al anhelado final feliz. Todo esto enaltecido por un escenario rural de verdadero ensueño y por un rompimiento de la cuarta pared que desembocó en uno de los secretos mejores guardados del cine: las palabras que Maureen O’Hara susurra al oído de John Wayne antes de cerrar las acciones. Pasó a la historia además por ser el cuarto y último Oscar a Mejor director para John Ford.
5. La pasión de los fuertes (Dir. John Ford, 1946)
John Ford aprovechó Un tiro en la noche (1962) para recordar que “cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprime la leyenda”, una recomendación que él mismo siguió más de 15 años antes con La pasión de los fuertes. Y es que si Wyatt Earp alcanzó la condición de mito americano fue en buena parte por esta película, construida según el propio cineasta, a partir de un encuentro que sostuvo con el defensor de Tombstone. A diferencia de tantas adaptaciones que le antecedieron y precedieron, la de Ford no se centra exclusivamente en el famoso tiroteo de OK Corral, sino que construye a un hombre cuyos altos principios morales le llevan a arriesgarlo todo en pos de la justicia, lo que aunado a su destreza le permitió salir avante frente a una amenaza superior. No conforme con ello, el realizador enfatiza que su condición de alguacil permitió una fusión simbólica del pistolero y el hombre de ley que fue clave en la civilización del salvaje oeste, no tanto en la historia como en el imaginario colectivo. También lo muestra como un hombre que se da el tiempo de entablar amistad y alianza con el no menos mítico John “Doc” Holliday, pero sobre todo de buscar el amor con su adorada Clementine Carter referida en el título en inglés. Si hay una película que refleja la manera en que John Ford contribuyó a la creación del mito americano, es La pasión de los fuertes.
4. La diligencia (Dir. John Ford, 1939)
Si 1939 figura entre los años más gloriosos en toda la historia del cine es por el alto calibre de sus títulos, siendo La diligencia un claro ejemplo de ello. A diferencia de sus contemporáneas Lo que el viento se llevó y El Mago de Oz, la película dirigida por John Ford ha perdido popularidad con el tiempo por la aparente sencillez de su trama. Pocas acusaciones tan injustas como erróneas, pues sólo algunas películas han aprovechado con tanta destreza las propiedades de su género para reflejar la complicada naturaleza humana. Esto a partir de un pequeño grupo de personas que, en un peligroso viaje a bordo del vehículo titular, representan las distintas caras de la sociedad norteamericana: desde la hipocresía de los acomodados hasta la nobleza de los inadaptados. A esto sumemos su legado técnico plasmado en la alta movilidad de sus cámaras durante el tercer acto y que fue determinante para la evolución de las secuencias de acción en los años venideros. Finalmente, aunque dista mucho de ser su primera colaboración con John Wayne, sí que fue la primera verdaderamente trascendente, con el actor interpretando a un heroico Ringo Kid que comenzó una de las alianzas más importantes del celuloide. Un clásico en toda la extensión de la palabra que representó la segunda nominación al Oscar a Mejor director para Ford, siendo además la única que no desembocaría en la codiciada estatuilla.
3. Un tiro en la noche (Dir. John Ford, 1962)
El western crepuscular por excelencia y la joya tardía del que muchos consideran el mejor director estadounidense de todos los tiempos. Su historia aborda una combinación imposible, un viejo pistolero y un abogado encarnados brillantemente por John Wayne y James Stewart, y que reflejan dos formas radicalmente opuestas de ejercer la ley. Una debe expirar para garantizar la transición del oeste a la legalidad; la otra es insuficiente ante la amenaza del infame Liberty Valance un bandolero renuente a la rendición. Tras incontables debates sobre la eficacia de cada una, ambas se fusionan en un duelo nocturno indispensable para garantizar la justicia, así como la confianza de una sociedad en un nuevo sistema. Irónicamente, esta victoria simbólica de la ley viene acompañada de un legado –¿o una mancha? – imborrable para el jurista que descubre que el mito del oeste es simplemente indeleble al ser pieza clave en las bases del país. Después de todo, si hay algo que nos enseñó Un tiro en la noche de John Ford es que “cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprime la leyenda”.
2. Las uvas de la ira (Dir. John Ford, 1940)
La adaptación de la novela homónima de John Steinbeck es más que un título clave en la obra de John Ford, es todo un pináculo del cine mundial, al grado que no sólo es celebrado como la cinta definitiva sobre la Gran Depresión, sino que por un tiempo se le consideró la mejor película de todos los tiempos. Estos flamantes calificativos sólo fueron posibles porque el cineasta no se conformó con plasmar la historia de una familia que pierde su hogar en el medio oeste norteamericano y debe trasladarse a territorio californiano en busca de nuevas oportunidades, sino que construyó una compleja exploración de la dignidad humana en tiempos donde la esperanza escasea y la población debe conformarse con la búsqueda de supervivencia. Una alteración simbólica del oeste que la torna especialmente dolorosa ante la caída libre del sueño americano, pero también gratificante por la honestidad y el realismo con que captura la lucha humana ante una de las peores crisis del siglo XX. Cualidades que resultaron en el segundo Oscar a Mejor director para John Ford.
1. Centauros del desierto (Dir. John Ford, 1956)
Descifrar la obra maestra de un cineasta tan brillante como John Ford podría parecer una misión imposible, pero no lo es. Centauros del desierto, más que un western, es la reconstrucción psicológica de un género que por años plasmó un cowboy heroico, una imagen que se tornó insostenible con el tiempo y que obligó a mostrar la cara más oscura del corazón de América. Todo esto con un veterano atormentado tras años de batalla y que tras padecer la masacre de su familia, emprende una misión para rescatar a su sobrina de los nativos que la tienen secuestrada. Pero la gesta se prolonga hasta convertirse en una obsesión enfermiza que alcanzará un punto crítico con un encuentro que rompe violentamente con todas las expectativas. Una épica trágica por la brutalidad con que plasma la mentalidad estadounidense ante el diferente e impuro que debe ser erradicado para evitar su propagación en las fértiles tierras norteamericanas. Su grandeza le convirtió en el gran exponente del western revisionista y en uno de los grandes clásicos en toda la historia del cine.
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